An Yibei tomó su café con un movimiento elegante y bebió un sorbo.
—Ah, ¿sí? En ese caso, ¿le vas a explicar por qué tú y tu amor de la infancia se acostaron?
Sheng Yize palideció. Sabía que nada había pasado entre ellos, pero no podía explicarlo. Si le decía a An Yibei que había estado borracho y se desmayó, solo empeoraría la situación.
—Regresaré a Xiaxia con mi evidencia —dijo con un tono serio.
An Yibei hizo un gesto de desdén y lo ignoró. La mano que sostenía la taza de café temblaba un poco, que era señal de que estaba reprimiendo su rabia con toda su fuerza. Pese a su actitud indiferente, ¡de verdad tenía ganas de matar a alguien ahora! ¡Ese mocoso! ¡Cómo se pudo atrever a hacer eso!