—Chofer —el taxi dobló en una sección desértica del camino. Su Xiaomo preguntó con sarcasmo—, ¿acaso no es el cementerio de Ciudad Yu? ¿Por qué nos trajo aquí?
—Bueno, es un atajo. Ahorraré gasolina... —el chofer rio. Ella frunció los labios, pero, al pensar que el hombre solo intentaba ganarse el pan, no hizo comentarios sobre su elección.
—Creo que el auto se averió —se detuvo de repente y sonaba avergonzado—. Déjenme echar un vistazo.
Perdió el tiempo por unos minutos y luego metió la cabeza por la ventana.
—Creo que el auto de verdad se averió... —lucía apenado—. Estamos en un cruce y no debería estacionarme aquí. ¿Me podrían dar una mano para empujarlo hacia un lado...? Ejem, ¡no les cobraré el viaje!