—¡Estoy aquí! —Papá An respondió con una sonrisa amable—. Buen chico. Ven, toma otro.
Sacó otro sobre rojo y lo puso en la mano de Qi Yanxi. An Xiaxia, que acababa de terminar una ronda de coqueteo con Sheng Yize, los sorprendió. Estaba disgustada.
—Papá —se enfadó—, ¿¡le has estado dando sobres rojos a Qi Yanxi a mis espaldas!?
—¡Te acabo de encontrar un nuevo hermano! —él no sabía si reír o llorar.
—¡No me importa! —ella no tenía idea de lo que había ocurrido y arrastro a Qi Yanxi afuera de la casa. Luego lo amenazó—. ¡Yo soy la favorita de papá! ¡Si intentas robármelo te daré una golpiza!
—Inténtalo —él lanzó una mirada desdeñosa a sus cuatro cortas extremidades y dijo con desprecio—. Puedo darte pelea con las manos y brazos atados.
Podría ser tan arrogante.
—Jum... Si no estuvieras aquí, ¡habría tenido un abrigo nuevo más! Y mi dinero de la suerte habría sido el doble también... —se quejó ella.