Cuando Sheng Yize llegó al hospital, era bien entrada la noche.
An Xiaxia le dijo que iba a ir de compras con Su Xiaomo esa tarde y no había vuelto después de eso. Luego se enteró de que Hermano An había tenido un accidente. No desperdició tiempo en llegar al hospital lo más rápido posible. Lo primero que vio fue a An Xiaxia acurrucada en una banca del hospital con el rostro pálido y los ojos rojos.
—¿Cómo está el Hermano An ahora? —se acercó a ella y le susurró, acariciando su cabello.
Ella levantó la vista y vio quien era.
—No lo sé... —sus labios se movieron y habló con una voz jadeante y aguda—. Sheng Yize, todo es mi culpa... Estoy tan asustada... ¿Y si le pasa algo a mi hermano...?
Nunca se perdonaría.
Él ya había escuchado lo que pasó y no había nada que pudiera hacer además de sentirse mal por ella. Solo podía abrazarla con más fuerza.
—Xiaxia, no digas eso. No es tu culpa. El otro conductor hizo esto...