Al ver la piel rojo escarlata detrás de sus orejas, Sheng Yize sonrió aún más ampliamente. Sin embargo, solo levantó su gran mano. Dos palmadas abruptas cayeron en las nalgas de An Xiaxia. Ella quedó perpleja. ¿Qué? ¿Sheng Yize le acababa de pegar de nuevo?
—Me pegaste... —lo acusó quejumbrosamente, amenazando con romper en llanto.
... Por qué siempre hacía esto...
—Escapaste de casa —él resopló—. ¡Este es el castigo que mereces!
—¡Pero lo hice por ti! —lloró—. ¡Sheng Yize, bastardo ingrato!
¡El bastardo más grande del universo!
—¿Dolió? —él hizo una pausa y bajó la voz. ¿Había puesto mucha fuerza?
—¡Sí! —ella asintió. No obstante, se arrepintió de su respuesta de inmediato. Porque... él frotó sus nalgas y dijo arrepentido—: La próxima vez seré más gentil.
¡Maldición! Ya era lo suficientemente vergonzoso que su novio le diera nalgadas como una niñita ¿y ahora hablaba de la próxima vez? ¡Era increíble!