El reloj sonó doce veces. Dispararon fuegos artificiales de Año Nuevo al cielo, encendiendo toda la ciudad. Eran tan resplandecientes como estrellas fugaces y la vista era espectacular.
Su Xiaomo miraba de forma ausente al chico frente a ella. Por alguna razón, pese a lo ruda que era todo el tiempo, comenzó a sentir que le ardían los ojos. ¿Acaso tenía arena en los ojos? ¿O nieve? Pero según el pronóstico del tiempo, hoy no corría viento. No había ni nieve, ni nubes. La luna estaba radiante y había algunas estrellas. Nada se le había metido a los ojos. Solo tenía ganas de llorar.
«Deja de hacerte la afectada. No es nada por lo que valga la pena llorar. ¿Qué importa si te gusta alguien a quien no le gustas?»
¿Qué importa?
—Ya veo... —respondió sonriendo después de lo que pareció una eternidad—. Sí, ¡somos buenos amigos! ¡Mejores amigos!