—Siempre lo supiste, ¿cierto? —An Xiaxia lo miró con frustración.
Con lo inteligente que era, ¿cómo era posible que no pudiera diferenciar un chupón de un rasguño?
—¿Y qué si es así? —el atractivo rostro de Sheng Yize parecía satisfecho.
Jum, esta tontita. ¿Sería engañada de nuevo si no marcaba su territorio lo suficientemente rápido?
—¡Estúpido! —estaba enfurecida.
Él sonreía con malicia, pero nunca había estado tan radiante. Le hizo una seña con un dedo.
—No molestes.
Después de eso, subió las escaleras con sus largas piernas. Ella lo siguió con sus piernas cortas y agitando los puños. ¡Aaah! ¡Sheng Yize de verdad era capaz de ser así de infantil! ¡Podía jurar que le daría un ataque al corazón! Uno escapaba y el otro perseguía. El par se adentró un forcejeo animado.