—¡No sé de qué estás hablando! —An Xiaxia sintió que sus mejillas se acaloraban.
—¿No? —Sheng Yize pestañeó—. Ven, da un mordisco. Entonces tendrás que dejar de estar enojada.
Le ofreció su mano. Sus dedos bien definidos eran delgados, pero fuertes, e incluso más atractivos que los de una chica. Ella apretó los dientes y lo mordió. No obstante, sus huesos eran demasiado duros y a ella le dolieron los dientes. Soltó su mano con desagrado. Había una sonrisita en el rostro de él.
—Muérdeme y tendrás que ser responsable de mí—fingió ser un debilucho.
—¡Ey! ¡Solo fue un mordisco! —ella se quedó sin palabras.
—Pero fue doloroso y estoy herido. Tendrás que consolarme —cierto chico manipulador demostró lo astuto que podía ser y no había límites para su descaro.
—Tú, tú, tú... —ella estaba tan sorprendida que todas las palabras le fallaron—. ¿Fue doloroso?
¡Solo le había dado un mordisquito!