Afuera, Sheng Yize ya no podía contenerse. Abrió la puerta de una patada y enfureció al ver la escena.
—Vaya, ¿un fantasma a la vez no es suficiente, así que tuvieron que salir todos juntos? Sean profesionales, ¿sí? —sus agudas palabras de inmediato avergonzaron a los "fantasmas".
Espera un minuto... solo lo estaban haciendo para consolarla, ¿¡ok!?
An Xiaxia estaba llorando desconsoladamente en el suelo. Al ver la luz que entró desde atrás, volteó y vio a Sheng Yize entrar a la casa embrujada como si hubiese caído del cielo. Estaba de pie, firme como un clavo, casi demasiado apuesto para ser real.
—Sheng Yize... ayúdame... quie-quiero ir a casa... —gateó hacia él mientras sollozaba.