Parecía que la temperatura dentro del auto subió de inmediato cuando hizo esa pregunta. An Xiaxia pensó que Sheng Yize le pegaría y tomó su cabecita.
—¡En la cabeza no! ¡De verdad me volveré más tonta si me vuelves a pegar! —suplicó con una voz lastimosa.
Él la tomó en sus brazos, malhumorado.
—An Xiaxia, ¿viste la película en la que hacen bollos de cerdo a la barbacoa con carne humana? Dime, ¿qué sabor prefieres? ¿Solo carne especiada? ¿O deberíamos mezclarla un poco con hongos y rábanos...?
Ella palideció y retorció todas sus extremidades.
—¡Yo n... no soy para nada sabrosa! ¡No puedes comerme! ¡Y es ilegal comerse a otras personas! ¡Mi hermano es abogado y puedo hacer que te demande!
Él se esforzó por asustarla y resopló.
—¿Cómo le dirás si ya vas a estar en un bollo de cerdo?
Ella abrió los ojos de par en par, aterrorizada. Entonces, él levantó su mentón con un delgado dedo.