El público se quedó en silencio al ver al divino joven entrar. Cada rebote de la pelota se sentía como un redoble en sus corazones. Las animadoras fueron las primeras en volver en sí mismas y comenzaron a gritar ante las instrucciones de la profesora.
—¡Vamos, Qixia! ¡Vamos, Qixia!
La animación inspiró a los otros y algunos estudiantes en el público se unieron.
—Vamos, Qixia. Vamos, Qixia.
Los cantos continuaron y poco a poco se apoderaron de todo el polideportivo. Justo en ese momento, todos los estudiantes de Qixia dejaron de lado sus diferencias mientras aminaban fuertemente juntos.
—¡Vamos, Qixia! ¡Vamos, vamos, vamos!
Toda esa confianza brotó del deslumbrante joven en medio de la multitud.