An Yibei miró hacia atrás y, por primera vez, evaluó con seriedad al chico. Pese a la indiferencia de su mirada, había perseverancia en sus ojos. Una perseverancia incuestionable. Soltó una risita.
—Espero que no. Más te vale que no. Todavía eres muy joven y tienes que concentrarte en tus estudios. Todo ese cariño es inútil. —Sheng Yize rio entre dientes—. Además, puede que te guste ahora, pero, ¿qué tal en un mes? ¿O en un año? ¿En tres años? No prometas con tanta facilidad. Algún día serán palabras de las que te arrepientas.
—¿Quién puede hablar con seguridad del futuro? —replicó Sheng Yize con tranquilidad.
—En ese caso, esperemos y veamos.
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El día siguiente.