Después de repasar todo en su cabeza, An Xiaxia se dio cuenta de algo triste. ¡Había dejado su billetera en casa!
Al ver la expresión desdichada, pero adorable de su rostro, una sonrisa rápida cruzó la cara de Sheng Yize.
—El tío sabía que olvidaste traer dinero, así que me pasó un poco para ti —dijo pausadamente.
El rostro de An Xiaxia se iluminó.
—¡Dame un poco para el agua!
—¿Cuánto?
—Mm, diez yuanes —An Xiaxia abrió su blanca y delicada palma y le pidió dinero a Sheng Yize.
—Las gaseosas no son buenas para la salud. Compra agua embotellada mejor y es más barata —dijo lentamente Sheng Yize, lo que dejó perpleja a An Xiaxia.
¿Por qué se entrometía en eso?
Sheng Yize sacó su billetera y encontró un billete de cinco yuanes, que le entregó a An Xiaxia.
—Toma.
An Xiaxia apretó los dientes.
—¡Eso es tan tacaño!
Sheng Yize la ignoró.
—¿Lo quieres o no? Puedo volver a guardarlo.