Ante esa amenaza, Kang Jian protegió a An Xiaxia de inmediato, parándose frente a ella. Solo que esta vez, su sonrisa había desaparecido y había sido reemplazada por un rostro serio. Para él, la seguridad de An Xiaxia siempre había sido su responsabilidad.
—En efecto, un rostro lindo tiene sus méritos. Veo que tienes bastantes guardaespaldas personales. —Qi Yanxi movió las muñecas y los tobillos como si estuviese calentando. Parecía que una pelea grande sería inevitable.
Todo pendía de un hilo cuando una figura alta se acercó a ellos pausadamente, agarró a An Xiaxia por el cuello y la arrastró hacia la puerta.
—Ey, ey... Mm, ¿qué haces? ¿Sheng Yize? ¿Qué haces aquí? —Sheng Yize la arrastró fuera de la cafetería mientras preguntaba con confusión.