—Señor, si sigue acercándose a mí, ¡llamaré a la policía! —An Xiaxia sacó su celular mientras gritaba en un tono tembloroso.
El hombre ignoró sus amenazas por completo y siguió acercándose a ella con una sonrisa espantosa. Dio varios pasos en su dirección y An Xiaxia siguió retrocediendo con la cara llena de nerviosismo. Justo cuando el hombre la tenía al alcance de su mano, un puñetazo feroz y preciso aterrizó en su rostro y chilló de dolor al caer al suelo.
—¿Quién fue? ¿Quién eres? Te atreves a golpearme, ¿¡crees que no llamaré a la policía!? —maldijo el hombre mientras An Xiaxia estaba demasiado sorprendida como para ver quien fue.
Sheng Yize flexionó sus dedos al responder con una voz fría y serena:
—¿Así que cuando te pegan sabes que tienes que llamar a la policía? ¿Y cuando estás acosando a una niñita? Esperas que los demás actúen como un santo, pero tú eres una basura. Señor, es impresionante.