Esta vez, Kang Jian lamentaba lo que había hecho. Solo estaba tratando de burlarse de ella y era solo un helado. ¿Era necesario que llorara a mares?
—Cielos... no llores —la consoló torpemente, pero no lo aceptaba en absoluto. Corrió hacia Papá An rápidamente.
An Xiaxia no regresó al aula por el resto del día. Kang Jian estuvo nervioso todo el tiempo. Mañana le compraría un helado para pagarle. ¡Las chicas no eran para nada divertidas! ¡Eran tan frágiles como las muñecas de porcelana! ¡Jum!
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El día siguiente.
Era temprano por la mañana. El sol brillaba en el cielo despejado. Kang Jian tarareaba una melodía y caminaba hacia la escuela. Eso le ahorraría un yuan de la tarifa del autobús, para poder comprar helado para ese bebé llorón. Lalala...
—Un elefante se balanceaba sobre la tela de una araña. Como veía que resistía fueron a llamar a otro elefante. Dos elefantes se balanceaban sobre la tera de un araña.