—¿Por qué vamos para allá? —Su Xiaomo frunció el ceño.
—¿Por qué no? —preguntó He Jiayu pausadamente.
—Bueno... por nada —fingió una sonrisa. La cara de él se puso seria y fueron hasta la Galería Qingqing sin intercambiar otra palabra.
La decoración de la galería era bastante única y el interior tenía un aire exótico.
—Bebé Mo, viniste —apenas Su Xiaomo entró, la saludó una voz frívola.
¡Mierda! ¡De verdad era él! Sintió escalofríos por todas partes. He Jiayu escuchó la voz y volteó a verlo. El tipo tenía el pelo hasta los hombros y no lucía mal. Era bajo, cerca de 1,70 cm, y tenía un puro en la mano. La imagen que creaba era del estilo poco convencional y artístico.
—¿Se conocen? —preguntó amablemente.
—¿Este es tu esposo? —Su Xiaomo vaciló y no pudo dar una respuesta coherente. El tipo, por otra parte, sonrió con superioridad—. Diría que es de clase baja.
—¡Púdrete! ¿Qué te pasa? —gritó ella.