An Xiaxia nunca consideró la posibilidad de que Sheng Yize hubiera planeado esto. Suspiró del asombro.
—Me gustan, pero ¿de quién son esos fuegos artificiales? Es una gran pérdida de dinero. Todos esos fuegos artificiales deben valer un montón de jaibas...
Jaiba, jaiba... ¿¡puedes olvidarte de las jaibas por un minuto!?
—Tienes razón —contuvo la necesidad de estallar y le siguió el juego—. Es muy derrochador.
Je. Ahora no le iba a decir que fue él quien ordenó todos esos fuegos artificiales.
Después de eso, el ambiente se arruinó un poco. An Xiaxia vació su plato primero y procedió a robar el filete de Sheng Yize.
—Xiaxia —la miró con nostalgia—, ¿no has... comido un poco demasiado?
—Entonces... —lo miró con los ojos llorosos—, ¿ya no me quieres?
... Nunca debería creer en lo que decían los hombres. Solo comió un poco más de lo normal y la estaba abandonando...
—... Es solo que no quiero que te duela el estómago.