Era una niña tan linda como una muñeca. Su cabello estaba recogido en dos coletas y sus grandes ojos eran negros y brillantes.
—Abrazo. Dame abrazo… —dijo, tronando sus labios rojos.
Era tan adorable que An Xiaxia pensó que se iba a derretir con esa preciosa voz. La tomó en brazos de inmediato y frotó su mejilla contra la de ella.
—¿Cómo te llamas? ¿Dónde están tu mami y papi?
—Soy Albondiguita —la chica jugó con sus dedos y respondió con su voz de bebé—. Mami está durmiendo en la habitación del hotel y papi... Mm... ¿Dónde está mi papi?
Al ver a su alrededor, la niña no podía ver a su papá por ninguna parte. Arrugó la nariz e iba a llorar cuando un par de manos grandes la tomaron y la sostuvieron firmemente.
—Yo soy tu papá —Sheng Yize engatusó a la niña sin pestañear.
—¿En serio? —la niña pestañeó sus grandes ojos, confundida.
—En serio.