A An Xiaxia casi le salían signos de interrogación de la cabeza. Sin embargo, Sheng Yize no le decía lo que estaba planeando sin importar cuánto le insistiera. Solo tomó su mano y la llevó a la escuela. Era fin de semana y la escuela estaba vacía, a excepción de dos guardias de seguridad en la entrada.
—Cielos, eres tú —él sacó un permiso y seguridad lo dejó entrar de inmediato. El guardia mayor hasta lo reconoció—. ¡Tanto tiempo!
—¿Todavía me recuerda? —estaba un poco sorprendido.
—Por supuesto que sí. Eras una celebridad en ese entonces, ¿no? ¡Mi nieta te adoraba! —el guardia de seguridad tarareó una de las canciones de Sheng Yize y le preguntó sonriendo—. Vienes a visitar un lugar antiguo para revivir tus años de adolescencia, ¿cierto?
—Solo quiero mostrarle el lugar a mi primer amor —sonrió y apretó la mano de An Xiaxia un poco más.
—Cielos, ¡felicitaciones! —el guardia de seguridad de inmediato vio su vientre hinchado y su sonrisa se ensanchó.