—¿Tu madre? —la policía la miró con desprecio—. Aunque te quedes aquí, ¡nadie te podrá sacar de la cárcel! La posesión ilegal de un arma y el intento de homicidio... son cargos suficiente para que te pudras en la cárcel, sin mencionar que hiciste enojar a la princesa de la familia Fang. ¡Ahora nadie te puede salvar!
Song Qingwan seguía sin poder creerlo y forcejeó. Solo dejó de resistirse después de que la cachetearan. Antes de que el avión despegara, suplicó lastimosamente hasta que un hombre la dejó hacer una llamada. Tomó una eternidad que la llamada conectara y escuchó la voz elegante de Chu Zhiyun al otro lado.
—Aló, ¿quién es?
—Mami, soy yo. Por favor, ayúdame... ¿No arreglaste todo para mí? ¿Por qué me están llevando a África...? ¡No iré! —apenas podía hablar entre sus sollozos, pero Chu Zhiyun no demostró absolutamente ninguna emoción.
Después de un largo rato, por fin dijo:
—¿Terminaste de llorar?