—¡No, Qingwan! —gritó Chu Zhiyun.
Había mucha gente viendo y, cuando la policía investigara, todo recaería sobre Song Qingwan. ¡Esa estúpida! Al menos podría haber esperado hasta que An Xiaxia perdiera el control antes de apuñalarla por la espalda...
—No vine solo a arruinarles el día —An Xiaxia sonrió.
—¡¡Ahhh!! —se escuchó un grito en el salón.
Song Qingwan cayó de rodillas y le brotaba sangre de la pierna. Gritaba como un cerdo en el matadero.
—Es una herida de bala... —alguien se quedó sin aliento.