—¡Eres tan baja! ¡Cómo se supone que quepa en tu ropa! —rugió Qi Yanxi.
En efecto, lucía aterrador cuando el carácter estallaba. Aquellos a su alrededor retrocedieron, temerosos de que los arrastraran a ese desastre.
An Xiaxia infló sus mejillas y levantó el mentón de forma desafiante.
—¡Entonces qué tal si me tiras agua y así quedamos a mano!
¡Qi Yanxi puso los ojos en blanco con tanta fuerza que sus ojos estaban entrando en su cráneo! ¡Maldición! ¿Por qué tuvo que tropezarse con semejante mujer?
Agitó su mano molesto.
—Muévete. Déjame solo.
An Xiaxia escapó su ruina por poco y se fue desconcertada con una expresión de incredulidad en el rostro. ¿La dejó ir así como así? ¿Desde cuándo Qi Yanxi era así de amable?
Estaba celebrando en secreto su buena suerte cuando Qi Yanxi agarró la parte trasera de su cuello y la detuvo. Luego, bajó la voz y preguntó con un tono íntimo.
—¿Por qué no respondiste mi mensaje anoche?