—Pero ambos son cerebros... —murmuró An Xiaxia.
—No, lo tuyo es pura agua.
—¿Estás diciendo que soy tonta? —solo se dio cuenta de lo que estaba diciendo después de un momento.
Sheng Yize sonrió.
—¿Quién era esa persona? —le preguntó con un tono serio.
—Eso es lo que quiero saber —sacudió la cabeza.
—Descansa —frunció el ceño y la llevó a la cama—. Ahora yo me encargaré.
—Mm —cerró los ojos como le dijo, pero no soltó su brazo.
Esta vez, de verdad estuvo aterrada. Había pasado tiempo desde la última vez que la vio tan dependiente. Tomó su mano y la calentó entre sus palmas. A esa distancia, podía distinguir el leve olor a cigarrillos en él. An Xiaxia olisqueó y le preguntó con la voz adormilada:
—¿Has estado fumando de nuevo?
—Sí, estoy intentando dejarlo —lo tomó por sorpresa, pero no lo negó—, pero es bastante difícil cuando estoy bajo tanta presión... No lo volveré a hacer.