A An Xiaxia le tomó un tiempo darse cuenta de que algo andaba mal. En cualquier otro día normal, Sheng Yize habría arremetido contra ella, pero ¿hoy dónde estaba?
—An Xiaxia, ¿eres masoquista? —se golpeó la cabeza—. ¡Es mejor ahora que no viene tras de ti! ¡Jum!
Dio unos pasos más antes de dudar. Dijo que no se sentía bien... ¿Y si era algo serio...? No, no, ¡tenía que estarle mintiendo! En ese momento, probablemente se estaba riendo en su auto y solo se burlaría de ella si regresaba corriendo... Pero... Se mordió el labio y aun así regresó. Se aterró apenas abrió la puerta.
—¡Sheng Yize! ¡Ey! ¡Despierta! —dijo su nombre, pero él solo yacía inmóvil, con los ojos cerrados. No estaba fingiendo. De verdad se había desmayado.
An Xiaxia no se atrevió a perder el tiempo y llamó a su chofer de inmediato. El chofer llegó a toda prisa. Tomó el volante, pisó el acelerador y se dirigió al hospital a toda velocidad.
—¡Más rápido! —le insistió ella.