—¿Tienes fiebre? ¿Por qué tienes la cara tan roja? —Sheng Yize sintió su frente.
—¡No! —An Xiaxia enfureció como un gato al que le acababan de pisar la cola.
Mientras pateaba piedras en la orilla, él se quedó en silencio a su lado, jugando hábilmente con un bolígrafo en su mano izquierda. El bolígrafo negro rotaba y giraba entre sus delgados dedos y verlo era casi vertiginoso. An Xiaxia de pronto recordó que una vez había sido... diestro. Solo empezó a usar la mano izquierda después de esa lesión.
—¿Cómo está... tu mano ahora? —preguntó nerviosamente.
—Bien —Sheng Yize le echó un vistazo.
—¿Has considerado volver al mundo del espectáculo? —pestañeó. Con su apariencia y talentos, tendría éxito como cantante o actor.
—No, no lo he pensado —sacudió la cabeza—. Eso ya no me interesa.