—Mm... gracias —dijo An Xiaxia, con torpeza. El hombre tenía ojos bastante lujuriosos. La esquina de su boca se elevó cuando sonrió, iluminando toda su cara. Era tan retorcidamente carismática.
—Las damas primero —retiró sus manos educadamente y le hizo una pequeña inclinación.
Ella asintió. Después de comer algo abajo, decidió dar un paseo por el pueblito. El aire estaba fresco y el sol brillaba. Su mente se calmó con facilidad gracias al estilo de vida pausado de ahí. Caminó por una calle larga donde encontró un puesto que vendía horquillas hechas a mano. Se detuvo para escoger una.
—Esta te quedaría bien —dijo alguien con una voz profunda y gentil a su lado. Levantó la vista y vio que era el hombre que la había ayudado antes.
—Em... hola —lo saludó.