—¡No! —An Xiaxia se rehusó rápidamente.
No hacía falta ser un genio para darse cuenta de que Sheng Yize lo había hecho a propósito... ¡Bastardo!
—Sé buena chica, Xiaxia —pese a su suave voz, sus movimientos eran muy decididos. Sus manos quedaron atrapadas con firmeza entre las de él.
Fishhh. Su sostén sin tirantes cayó hasta su cintura. Satisfecho, Sheng Yize sonrió, se inclinó y la besó...
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An Xiaxia se sentó, enojada, en el asiento del copiloto mientras iban en dirección al restaurante, con las mejillas infladas. Se había puesto su propia ropa y, sin importar cuánto él se esforzase, no le hablaba. ¡Lo que había hecho en el probador era indignante!
—¿Estás enojada? —saciado, tamborileaba el manubrio con suavidad con sus dedos.
—¡No me hables! ¡No te dirigiré la palabra! —apretó los dientes.