Espera. Eso no era lo que tenía en mente.
—¡Bájame! —Su Xiaomo quedó pasmada por unos segundos antes de empezar a patear y golpear.
He Jiayu la ignoró por completo. Con pasos seguros, la llevó afuera.
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Al otro lado.
An Xiaxia se encogió y guardó silencio mientras se estrujaba las manos.
—¿Qué haces en un lugar así? —después de repasar sus diez uñas, de repente levantó la vista y gritó—. Sheng Yize, ¡nunca imaginé que fueras este tipo de chico!
—¿Eh? ¿Qué tipo sería ese? —preguntó con toda tranquilidad, entrecerrando los ojos.
—No hace falta ser un genio para saber qué tipo de lugar es ¡y viniste sin decirme! ¿Reconocerás tu error o no? —fingió mientras miraba de reojo su cara. ¿Por qué seguía tan sereno...? ¿¡Acaso tenía idea de lo que pasaba!?
Sheng Yize respiró profundo, la tomó en brazos y la llevó de regreso a su auto. Luego se encerró con ella en el confinado espacio.