¡DIOS MÍO!
An Xiaxia se congeló de inmediato, todavía con los ojos abiertos de par en par. El hombre de negro ya no era el tipo genial de hace un momento. Se aferró a su pierna, lloró y chilló.
—Señorita, por favor, venga conmigo… Mis compañeros y yo perderemos el trabajo si no va… Señorita, es una persona muy amable y estoy seguro de que nos ayudará, ¿cierto?
—Compadre... —se estremeció y se le puso la piel de gallina—, por favor, párate y hablaremos.
¡Era tan extraño tener a un tipo de 1,90cm aferrado a su pierna en medio de la calle! Además, ¿a qué se debía el tono empalagoso? ¡No iba con sus enormes bíceps!
—Señorita, ¿entonces irá a la galería Xiaoxiang? —el hombre de negro se quitó los lentes de sol y le agitó sus llorosas pestañas.
—¿Exactamente qué tipo de secuestrador eres? —creía que le estaba dando un dolor de cabeza.
—¡El Sr. Song nos mandó! —dijo el hombre, con inocencia.