Si no hubiera sido por ella, tal vez ahora todavía tocaría el piano y se podría haber quedado en el mundo del espectáculo. Solía ser el ídolo de la nación y el chico más brillante de todos.
—¿¡Lo disfrutaste!? —An Xiaxia soltó su mano con susto y él la fulminó con la mirada.
—Lo siento... —se disculpó y encontró un apósito en su bolso—. Toma...
—¿De verdad piensas que me pondré esa cosa estúpida en la mano? —Sheng Yize puso los ojos en blanco. ¿Qué pensarían los otros de un hombre grande con un apósito de Hello Kitty en la mano?
—¿Qué tal este? —resopló y sacó uno azul de Doraemon.
¡Eso era aún más infantil!
—Ahora vete —parecía descontento, pero le arrebató los dos apósitos de la mano de inmediato.
—Ah... —bajó la cabeza e hizo lo que le pidió.
—¿¡Adónde crees que vas!? —gritó él.
—Me dijiste que me fuera —ella volteó, confundida.
—¿¡Por qué no te puedes ir en mi misma dirección!? —gritó.