Casi al instante, todos salieron corriendo del restaurante como un enjambre de abejas. An Xiaxia y Sheng Yize quedaron justo al medio, rodeados. Ella se sorprendió. ¿Ahora eran monos de circo?
—Guau... ¡Se ve aún mejor de cerca!
—¡An Xiaxia tiene tanta suerte! ¡Yo también me quiero casar con un ídolo genial como él!
—¡En tus sueños! ¡Un ídolo jamás te querría!
"…"
An Xiaxia tropezó hacia atrás, nerviosamente. A su lado, Sheng Yize pareció percibir su inquietud y le puso una mano en el hombro, con delicadeza. Luego la atrajo a sus brazos. Ese solo movimiento la hizo sentir mucho más segura.
—Sr. Sheng, ¿vino a ver a Anan? —Emperador Zhou lo saludó servilmente—. Adelante, ¡por favor, pase!
Él sonrió. Con su atractivo, se veía aún más guapo cuando se hacía el bueno.
—Claro —asintió.
—Hubo un malentendido... —An Xiaxia tiró de su ropa—. Piensan que estamos casados.