Cerca de una hora después, An Yibei por fin apareció. Al pasar por el estacionamiento, An Xiaxia notó que el auto de Sheng Yize seguía ahí. Sintió como si alguien apretara su corazón y hundió las uñas en su palma hasta que le salió sangre. Todavía podía escuchar su pregunta: ¿siquiera tienes corazón? Por supuesto que sí. ¿No sentir nada después de separarse de un ser querido? Nadie podía ser así de despiadado.
—Nos mudaremos —dijo An Yibei con toda tranquilidad, después de regresar a casa y antes de que ella pudiera decir algo—. En unos días me encargaré de tu transferencia escolar.
¡Le tomó un momento darse cuenta de que le acababa de decir que se cambiarían de casa!
—¿Por qué? —soltó. Subconscientemente, seguía sin querer irse.
—Terminaste con Sheng Yize y tú misma lo propusiste, ¿no? —ajustó sus lentes.
Ella se quedó sin palabras.