—No... ¡No lo hice!
—Sí, lo hiciste. Solo admite que querías tocarlo. No es como si te fuera a detener —dijo Sheng Yize con naturalidad.
Por primera vez, An Xiaxia no sabía qué hacer con él. ¡Un ídolo travieso era mucho peor que uno civilizado!
—¡Iré a buscarte ropa! —volteó y no pudo haber huido más rápido de la habitación.
Casi se cayó en la puerta, lo que divirtió mucho a Sheng Yize.
«Sip… Tonta… Tontita…»
Ella buscó por toda la casa y por fin encontró la chaqueta que le había prestado el otro día y unos pantalones de vestir de An Yibei. Entonces regresó a la habitación, todavía sonrojada.
Afortunadamente, esta vez no vio nada estimulante. Sin embargo... ¡la escena se había vuelto demasiado adorable! Sheng Yize estaba sentado con la mirada ausente y la manta de Hello Kitty en la cabeza. Cuando pestañeó, ella comenzó a sentir mariposas en el estómago...