A An Xiaxia le tomó un rato entender la pregunta.
—¿Yo? —preguntó, apuntándose a sí misma.
—¡Sí! —Xiao Yan asintió.
Luego intentó mantener la compostura sin querer cuando ella le habló. Le sonrió, pese a la mirada de odio que cierto chico manipulador le lanzó. Ella seguía muy adormilada. Bostezó y de pronto se dio cuenta de algo.
—No babeé, ¿cierto? —pregunto, pinchando a Sheng Yize.
No quería quedar en ridículo frente a otros, pero, para él, sonaba como si quisiese guardar las apariencias por Xiao Yan. Interesante.
—Sí, y mucho —dijo con frialdad.
Ella buscó un pañuelo precipitadamente. ¡Aah! Llevaba el tiempo suficiente con Sheng Yize para que no le importara que la viera, pero Xiao Yan era prácticamente un extraño. Era muy humillante que la viera babear.
Las sombrías nubes sobre la cabeza de él oscurecieron. Por fin encontró un pañuelo. Se secó la boca y luego miró por la ventana de forma inquisitiva.