—Abuela, ¿cómo estás...?
—¡Mal! ¿Cómo puedo estar bien si no estás cerca? Me duele la espalda...
—Abuela, ¿estás bien? —An Xiaxia se puso nerviosa—. Iré a verte...
—Cielos, ¡eso es genial! ¡Le diré a Yize que te pase a buscar! —después de eso, Abuela Sheng colgó de inmediato, sin darle tiempo de cambiar de parecer.
Media hora después, recibió una llamada de Sheng Yize.
—Baja. Estoy afuera.
Estaba confundida. Le dijo a Papá An adónde iba, se cambió de ropa y se puso zapatos. Luego bajó las escaleras.
Después de subir al auto, él se inclinó para ponerle el cinturón de seguridad. Luego frunció el ceño.
—Te ves pésimo.
—Me resfrié... —ella sorbió y él limpió su nariz con un pañuelo.
—¿Tomaste algún remedio?
—Sí —asintió. Luego preguntó preocupada—. ¿Qué le pasa a la Abuela Sheng? Dijo que le dolía la espalda...
—Sabrás cuando lleguemos —él dudó un poco antes de responderle con toda tranquilidad.