An Xiaxia: «... ¿Había escogido las palabras equivocadas?»
Se alejó precipitadamente y, sin saber adónde se dirigía, se apresuró hacia la habitación. Cuando se dio cuenta a qué habitación había entrado y quería retroceder, Sheng Yize se estaba apoyando con holgazanería en el marco de la puerta.
—Vaya, dejaste de correr —dijo, levantando una ceja.
—¡Hombre malo! —An Xiaxia se mordió el labio y le lanzó una almohada.
—¿Malo? —él atrapó la almohada con facilidad y frotó su mentón—. ¿Te mencioné que somos los únicos residentes aquí?
—¿Y qué?
Tan tontita... Él suspiró por dentro mientras se acercaba, hablando con un tono frívolo.
—Significa que, lo que sea que haga a continuación, puedes gritar a todo pulmón y nadie vendrá a salvarte.
—¿Qu-qué estás haciendo...? —ella se lo compró de inmediato y tartamudeó.
Él resopló y avanzó. Ella retrocedió, se tropezó con la esquina de la cama y cayó sobre ella con un ruido sordo.