Por ese tono, uno no tenía que adivinar para saber que Song Qingchen había presentado sus reclamos de nuevo.
—Necesito atender esto —susurró Sheng Yize, frotando la cabeza de An Xiaxia.
—Ah... —ella se acostó en el sofá como un cordero y se quedó muy quieta, dando palmaditas a su esponjoso estómago.
Sheng Yize salió al balcón. La brisa nocturna rozó con suavidad su rostro mientras hablaba con tranquilidad.
—Señor Song, no pasó nada entre Song Qingchen y yo desde el principio. No puedo decepcionar a otra persona por un malentendido.
En los últimos días, le había enviado la evidencia no solo a An Yibei, sino que también a Sheng Qingyi y a Song Huan. Naturalmente, Sheng Qingyi estaba furioso, pero solo porque había expuesto a Song Qingchen, arruinando cualquier oportunidad de matrimonio entre las dos familias.