Sus silenciosos sollozos se volvieron más fuertes hasta que empezó a gritar.
—Xiaxia —la Abuela Sheng seguía intentando consolarla—, no te culpes. De verdad no fue tu culpa... No llores...
Su llanto parecía haber despertado a Sheng Yize y abrió los ojos lentamente. Al ver lo triste que estaba, preguntó con una voz áspera:
—¿Por qué lloras?
Intentó secar sus lágrimas, pero su mano estaba muy rígida para moverla. Eso solo la hizo llorar más. Él quedó aturdido por un momento. Anoche, el director del hospital había convocado a los mejores cirujanos para operarlo. Había estado durmiendo por el efecto de la anestesia desde entonces.
—No llores —podía adivinar porqué estaba llorando así y se retorció para acariciar su cabello con su mano izquierda—. No es tan malo. Ambos estamos vivos y bien. Eso es lo más importante.
Lo más importante.