Después de que Papá An fuera derribado, el motorista ajustó su casco tranquilamente, retrocedió y se fue de inmediato. An Xiaxia chilló y corrió hacia su padre.
—Papá...
Papá An agitó su mano, indicando que estaba bien. Sin embargo, cuando intentó caminar, contuvo el aliento. Estaba de más decir que tenía la pierna lesionada. Sheng Yize y Qi Yanxi se acercaron, ambos con rostros serios. Luego la ayudaron a llevarlo adentro.
—No te preocupes, me caí, eso es todo. Supongo que ya no soy un jovencito... —Papá An soltó una risa animada. Como alguna vez fue un doctor, revisó su pierna él mismo. No había huesos rotos y era suficiente poner un ungüento externo.
—Qué bueno que ambos están aquí. Tengo algo para ustedes —Papá An apuntó a la barra—. Está justo ahí en el gabinete; dos bolsas de papel. Han estado trabajando aquí por un tiempo, así que son regalos de agradecimiento de mi parte.