—¿Dices que no es tonta? —Qi Yanxi parecía no poder aguantarlo más.
—¡Tú eres tonto! —An Xiaxia frunció los labios acongojada.
Iba a replicar cuando vio que Sheng Yize lo miró maliciosamente de nuevo, lo que lo asustó de inmediato. Maldición. ¿Acaso el bastardo intentaba tenderle una trampa de nuevo?
—Está bien. Soy tonto... —admitió, después de aclarar su garganta y por su propio bien.
Ella lo miró con incredulidad. Espera un minuto. ¿Acaba de presenciar al Diablo Qi cediendo?
—An Xiaxia, es hora de que arreglemos cuentas —antes de que pudiera entenderlo, él ya la había levantado y llevado hacia la puerta del ciber bar mientras resoplaba.
—Prometo que no lo volveré a hacer... —gimió ella.
¡Nunca le volvería a pegar, incluso si le pagaban!
A poca distancia, He Jiayu y Chi Yuanfeng también se habían escabullido del ciber bar con sus gorras puestas y estaban listos para tomar su auto a casa.