La mañana siguiente, temprano.
Pese a que el pequeño episodio entre ella y Sheng Yize se había acabado, la incomodidad no había desaparecido del todo. An Xiaxia decidió tomar el bus a la escuela. Apenas salió chocó con una figura alta y robusta que le sonrió de forma arrogante.
—Buenos días, Tontita Xia.
—Buenos días... —dijo An Xiaxia, perpleja—. ¿¿Qi Yanxi?? ¿Qué haces afuera de mi casa?
—¿Qué crees? Te vine a buscar para que vayamos a la escuela, obviamente —sonrió descuidadamente y miró a Sheng Yize a los ojos, que ahora estaba de pie atrás de ella. En ese momento la voz de Qi Yanxi se volvió más fría—. No soy un ídolo nacional y soy un hombre libre en comparación con otra persona. A diferencia de él, puedo tomar el bus contigo. Eso es algo que probablemente no podrá hacer en toda su vida...