No era él. No era Sheng Yize. El chico guapo frente a ella tenía una sonrisa tímida y una mirada dulce. Era Xiao Yan. El que le había confesado su amor.
An Xiaxia recuperó el equilibrio de inmediato y le sonrió.
—Gracias.
Una mirada herida cruzó sus ojos, puesto que había detectado con claridad la decepción de ella. Esperaba que alguien más la rescatara.
—Chicos, las reglas de Qixia estipulan específicamente que pelear en la escuela es motivo de castigo disciplinario. Por favor, tengan eso en mente. Además, ¿no creen que es inapropiado que hombres molesten a mujeres? —dijo Xiao Yan con seriedad, de forma solemne.
—Vaya, salvando a la damisela en peligro, ¿eh? ¡Veamos si eres lo suficientemente caballeroso para eso! —uno de los chicos rio disimuladamente.
—¡Cállate! ¡Es el presidente del consejo estudiantil!