Sheng Yize no se movió y An Xiaxia lo empujó con toda su fuerza, intentando echarlo de la habitación. Sin embargo, pese a ejercer toda su fuerza, él permaneció como una pared de hierro.
—¡Si no te vas, yo lo haré! —dio un pisotón y de nuevo comenzaron a brotar lágrimas de sus ojos.
Él la miró desamparado y la apaciguó.
—Está bien, me iré. Quédate en casa descansando. Ya le avisé a la escuela que necesitas tomarte un tiempo.
«¡Jum! ¡No te hablaré!»
Ella apartó la mirada y lo ignoró.
Después de que Sheng se fuera, An Yibei comenzó a regañarla.
—¿Qué rayos hay entre ustedes dos?
—¡Nada! ¡No lo conozco! —ella hizo puchero.
An Yibei le dio un golpecito en la frente con su dedo.
—¿Entonces por qué dejaste que te besara? ¿No sabes cuándo resistirte? —dijo frustrado.
—No tengo la suficiente fuerza... —gimoteó ella.