Al ver a la pequeña toda enfurecida, Sheng Yize sonrió por dentro y dijo con amabilidad:
—Adelante.
Los ojos de An Xiaxia brillaron al rasgar la caja y guardar uno en secreto en su bolsillo. Un momento después, le preguntó algo con molestia.
—Si tus fans escuchan que me comí el chocolate que te dieron, ¿no me darán una paliza?
Él encogió los hombros y la miró como diciendo "eso no me incumbe, buena suerte".
—Eso es tan hiriente. Estaría super triste si alguien se comiera lo que le regalé a mi ídolo... —se quejó.
La esquina de la boca de él se crispó.
—En comparación con dártelo a ti, sería mucho más hiriente que lo tirara a la basura, ¿cierto?
Ella lo consideró por un momento: guau, en realidad, eso tenía mucho sentido. Con alegría, se llenó los bolsillos con más chocolate antes de lanzarle una mirada tímida.
—No te importa, ¿cierto?
