Cerca de cinco minutos después, An Xiaxia finalmente se calmó y sacó su teléfono de abuelo para llamar a Su Xiaomo y pedirle ayuda. Su Xiaomo llegó rápidamente a abrirle la puerta, que estaba bloqueada con un trapeador. Con razón no la podía abrir.
Abrió la puerta y vio a An Xiaxia acurrucada en una esquina, abatida.
—Xiaxia... —Su Xiaomo echaba humo—. ¿¡Quién te hizo esto!? ¡Mi*rda! ¡Más les vale que no las encuentre o les meteré la cabeza en el inodoro!
Ella le dedicó una sonrisa débil.
—Momo, ¿puedes escribirme un permiso de ausencia? Ne-necesito ir a casa...
Estaba al borde del llanto. Nadie podría mantener la calma después de lo que había pasado. Su Xiaomo suspiró.
—Por supuesto. Regresa, yo lo escribiré por ti.