Qi Yanxi no esperaba que se enojara y el puñetazo le llegó de lleno. Con lo enclenque que era, de ninguna manera fue doloroso, pero tropezó hacia atrás a propósito y cayó al suelo, haciendo una cara abatida.
—¡Ah! Me estás matando. Tontita Xia, eres cruel...
Las chicas a su alrededor contuvieron el aliento y An Xiaxia también quedó perpleja. El chico era más fuerte que un toro. ¿Cómo podía caer con su ataque?
Pese a lo embobada que estaba, su primera reacción fue ayudarlo a pararse, pero él tomó su mano y la tiró a sus brazos.
—Ey, ustedes, miren a otra parte. ¡Una mirada más y quedan expulsadas! —ordenó con rabia Qi Yanxi, hablando en serio. Nadie se atrevió a cuestionarlo y todos voltearon hacia otro lado.
—Mmm... —ella se retorció en sus brazos. El leve olor a sudor y jabón que venían del joven llenaron sus fosas nasales.