Su Xiaomo asintió de forma obsecuente y abandonó su integridad moral de inmediato.
—Seguro, seguro. Siempre y cuando te complazca.
Qi Yanxi asintió satisfecho y la dejó ir. Entonces, ella intentó atacarlo con una patada voladora que él esquivó con facilidad.
—Jum... Xiaxia, ¡no estoy a su altura! ¡Me voy! ¡Cubre mi retaguardia! —le dio una palmadita en el hombro a An Xiaxia, como si estuviera dándole una gran tarea y regresó a toda prisa a su asiento para hacerse la muerta.
An Xiaxia se quedó sin palabras y no tuvo más remedio que compartir el escritorio con Qi Yanxi.
Él sonaba como un disco rayado mientras repetía:
—Tontita Xia, tontita Xia, tontita Xia, ¡ja, ja, ja! ¡Es un nombre tan tonto!
Ella lo fulminó con la mirada. Él no pudo quitarle los ojos de encima por un buen rato, atraído por su mirada tímida y molesta.
—Bueno, bueno, voy a parar —dijo con inquietud.
Ella siguió lanzándole miradas asesinas.
