Sheng Yize la miro con amabilidad y An Xiaxia reunió valor.
—¡Gracias por enseñarme a lanzar la pelota!
—Mm —él le lanzó la pelota de regreso, frunciendo los labios—. Sigue practicando.
No era solo un narcisista, ¡sino que también un tsundere!
Qi Yanxi observó su íntima interacción desde lejos y se disgustó aún más. Era como si le acabasen de quitar su juguete favorito. A su alrededor no había casi nadie, puesto que casi todos le tenían demasiado miedo como para acercársele.
No obstante, una voz diminuta resonó de pronto y le preguntó con suavidad:
—Joven Amo, ¿quiere agua?