Eso puso fin a la competición. La mujer de mediana edad levantó la mano de He Jiayu y dijo emocionada:
—¡El joven aquí es el campeón de la competencia de comer sandía!
Los otros aplaudieron. A Su Xiaomo le pareció que la esquina de la boca de He Jiayu se crispó, pero finalmente sonrió. Esa sonrisa le recordó a un río que fluía bajo la luna. Con el corazón acelerado, juntó las manos y estaba un poco desconcertada.
—Oye, Su Xiaomo —dijo He Jiayu—. Mira, aquí está tu premio.
¡Las raquetas! Levantó la vista, gratamente sorprendida. Sin embargo, la expresión de su rostro cambió cuando vio lo que He Jiayu sostenía. ¿Alguien podría explicarle por qué estaba recibiendo... un gigantesco spa para pies?
—Tómalo —le entregó el fregadero de spa.
Su Xiaomo saltó hacia atrás.
—¡No voy a tomar eso! —¿Me estás tomando el pelo? ¡Atraería mucha atención sosteniendo ese fregadero en sus brazos!
He Jiayu dijo con resignación: